Quién me iba a decir a mis ochenta y dos años, que este iba a ser mi primer año en el que he saboreado todas las fiestas, una a una y día a día, con toda la ilusión que conllevan estos días tan señalados. Lo he pasado con mi gente, mis chiquitajos, con sus caritas llenas de alegría e ilusión, con mis nietos que también por una parte me han dado alegría y por la otra tristeza.

La primera, la alegría: mi nieto Carlos se casará en Octubre. La segunda la tristeza: mi nieto Esteban se va a pasar un año en la Universidad de Grenoble, para llevar a cabo una investigación; ya sé que un año pasa volando, que es para su bien y el de su familia, pero mi pregunta es: ¿Viviré para llegar a abrazarle de nuevo?, pues a mi edad, siempre hay que vivir el día a día y dar gracias a Dios por el privilegio de haber vivido y estar viviendo el presente muy bien.

Ahora no me siento sola, disfruto de la soledad, recordando tiempos pasados que no fueron buenos, sí malos, sólo por las circunstancias que me tocaron vivir, en las que amoldarme y pedirle a Dios que me acompañase y me ayudase a superar el nuevo día lo consideraba una meta.

Siempre me puse esta meta, de la que nunca me he separado, tener fe, esperanza y amor al prójimo como a mí misma.

Navidad 2013/2014.