RECUERDOS DE LA INFANCIA

A mí siempre me han gustado los animales, sobre todo los perros y los caballos.

En este relato os cuento que en mi infancia hubo una guerra civil (no se para que sirvió), pasé largas temporadas con mis tíos en Santa Coloma de Gramanet. Ellos tenían una casita cerca del rio Besos y también un terreno donde se cultivaban toda clase de verduras y además tenían un caballo que se llamaba “Pernales”, era blanco con manchas negras (parecía un dálmata) “pero vaya caballo”, sólo le faltaba hablar, me conocía, le decía Pernales hazme una sonrisa y me mostraba sus dientes con cariño, me rechinaba como queriendo decir cosas, le acariciaba y él me ponía su hocico en mi hombro, le pedía la pata y a su manera me la daba y pasaba una cosa curiosa, mientras yo me encontraba dentro de la casa, no se dejaba cepillar por nadie, sólo yo podía hacérselo, mi tío ponía una silla y allí la Montse cepillaba al Pernales.
Cuando mi tío Miguel tenía que labrar la tierra (ya que entonces no había tractores) (hablo de los años 1935 a 1939) al final de remover la tierra, había que alisarla con una tabla ancha, cosa que a mí me gustabas mucho ya que me sentaba en ella y disfrutaba mucho del paseo.

Mi tío de vez en cuando llevaba verduras al Born (Mercado de Abastos de Barcelona en aquel entonces), una vez yo fuí con él en el carro llevado por Pernales. Pero mi asombro mayor fue que mi tío se puso a dormir desde Santa Coloma hasta el mercado, cuando llegamos Pernales hizo un relincho para despertar a mi tío, ya que en ese punto mi tío debía ponerle un morral, en el que comía y mi tío mientras repartía las verduras, luego íbamos a desayunar , cuando terminábamos el desayuno, yo le llevaba un trozo de pan o una zanahoria, la ponía en mi mano y se la comía, cuando la terminaba me daba golpes con el hocico, ya que quería más, pero yo le decía que cuando llegáramos a casa le daría más y con su cabeza moviéndola de arriba abajo me decía sí, yo me reía mucho. Era muy feliz, son los únicos tiempos maravillosos que he vivido en mi infancia.

También tenían gallinas, yo me preguntaba, como podían saber si aquella o la otra gallina iba a poner el huevo. Hasta que observando a mi tía vi que le ponía el dedo en el culo, pues bien cuando no me tenían vigilada cogí por mi cuenta a las gallinas y lo descubrí, otra cosa que aprendí de la vida, de donde venían los huevos. En aquel entonces un huevo era un huevo, un producto muy preciado.
En mis estancias en Santa Coloma aprendí también a conocer las plantas, a querer a la naturaleza, es muy hermosa, ella te enseña sus ciclos, los árboles frutales. También te enseña cómo se deben coger los frutos y como comerlos. Fijaros yo me levantaba muy temprano para ir a coger las ciruelas que caían al suelo que eran picadas por los pajarillos, que ricas, que sabor, después mi organismo se soltaba, pero lo comido, comido estaba. Aprendía que la fruta también tiene su forma de ser comida, ya que por otro lado puede darte sus molestias.
Con los higos me ocurría igual, pero era más modosita, aunque a veces, si veía que no podía cogerlos y tenía hambre de higos, cogía una caña y me las ingeniaba con una piedra en la punta de la caña para hacerlos caer, y comía todos aquellos que me apetecían.

Cuando veía un campo de fresas, no paraba de atarme las alpargatas para así agachándome me hinchaba de comer fresas “aquellas sí que eran buenas” no como las fresas de ahora, bueno ahora se les llaman fresones sin gusto de nada, por lo que se ve se ha perdido la raza de las fresitas aquellas tan buenas que me comía.

¡Cuidad los montes y prados! Muchas gracias.

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